Los F-16 y la amenaza de desconfianza
Por: Hugo Guerra
Prudente lector, es necio andar gritando: “¡El lobo, el lobo!”. Sin embargo resulta tonto ver que la fiera se acerca y quedarse parado.
La analogía funciona ahora que Chile anuncia su decisión de comprar más aviones F-16, para convertir a su Fuerza Aérea en la más poderosa de Sudamérica.
Desde 1994 la FACH, efectivamente, ha venido invirtiendo en alta tecnología. Los primeros diez F-16 (nuevos y fabricados por Lockheed Martin) fueron comprados a EE.UU. en más de 660 millones de dólares en el 2002. Tres años después llegaron 16 naves de segunda mano de los Países Bajos, a un costo de 180 millones de dólares. Y las 18 unidades últimas de este tipo llegarán igualmente desde Holanda a fines del 2009.
En total Chile contará, así, con 44 cazas ultramodernos, con lo cual tendrá la supremacía regional, pues estos aviones cuentan con modernos sistemas de combate como los misiles BVR AIM-120C5 AMRAAM, los cuales le dan un rango de combate más allá del alcance visual. Tienen, asimismo, armamento de ataque terrestre y naval de precisión, como las bombas Spice y los misiles Harpoon.
Esto es grave porque los misiles aire-aire actualmente disponibles en América del Sur son de corto alcance. En cambio, la llegada de munición con guía de precisión aire-aire de mediano alcance introduce un cambio cualitativo enorme, lo cual ratifica que Chile sí está propiciando una necia carrera armamentista.
La amenaza contra el Perú es palpable porque, precisamente cuando el diferendo marítimo ya está planteado ante La Haya, los F-16 mayoritariamente estarán estacionados en el norte chileno, especialmente en la base de Cerro Moreno, desde donde se puede alcanzar nuestro territorio en poquísimos minutos.
Las compras de la FACH se asocian, por lo demás, con otros incrementos de la panoplia sureña, como los dos modernísimos submarinos Scorpene, la construcción de varias fragatas, la compra de 200 tanques Leopard-1 y 250 transportes blindados de personal M-113, entre otras cosas.
Todo esto agrava el desbalance entre los dos países. Baste recordar que la FAP cuenta con recursos muy limitados, pues inclusive gran parte de los 36 MIG-29 y Sukhói-25 adquiridos a Bielorrusia en la década pasada se encuentran literalmente inoperativos. No olvidemos, además, que Chile tiene siete divisiones del Ejército, mientras nosotros escasamente mantenemos unas 15 brigadas y no tenemos aeronaves para guerra electrónica.
Como tantas veces he repetido en esta columna, nadie compra equipo ofensivo avanzado para dar un buen espectáculo en los desfiles. Chile está escalando numérica y tecnológicamente a sus FF.AA., por tanto el equilibrio militar (del cual paradójicamente depende la paz entre nuestros países) se ha quebrado. No perdamos, entonces, el llamado “tiempo estratégico” y aprobemos los presupuestos que nuestra defensa integral exige. La toma de decisiones ya no espera para disuadir la amenaza de desconfianza lanzada por el vecino del sur.
MIGUEL GUTIERREZ
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