FUERZAS ARMADAS AHORA O NUNCA
La sorpresa subsiste, o el Ministro esta absolutamente identificado con nuestras FFAA, o simplemente se ganara el "OSCAR AL MEJOR ACTOR", me inclino por lo primero, pese a que se debe al partido de gobierno y al Presidente García, quien es el mismísimo Jefe Supremo de las FFAA, sus declaraciones y su actitud es pro activa en favor de nuestras FFAA. No es fácil comprender que luego de tantos detractores, enemigos, falsos, y cuentistas, por tantos años, tengamos al frente a un político como "HIALGO DEFENSOR DE LAS FFAA", cuesta realmente creer que todo lo citado sea sincero.
Quién les escribe apenas es un ex-miembro de nuestra otrora GRAN FUERZA AÉREA, una Institución a la que pertenecí en mi juventud, y que, apesar de los casi 30 años que la deje, realmente me cuesta aceptar el abandono en el que se encuentra; por más de 20 años observo el sistemático, constante y permanente abuso de mis compañeros de armas, tanto en actividad como en retiro, especialmente de los de menor gradación, sus miserables sueldos deben ser corregidos, solo piden justicia para vivir humanamente, no con la incertidumbre que comerán sus hijos? y si tendrán un padre que los atienda; no pueden seguir enviándolos a la muerte.
Sr, Ministro realmente quizás le pidan enseñar los huecos de las manos, no por que lo comparen con Jesucristo, sino por que nadie ha sido sincero con nuestras FFAA, quizás algunos salieron al frente, pero a la hora de la verdad, desaparecieron.
Estoy absolutamente seguro que muchos están con Usted.
POlcese
Las Fuerzas Armadas
Por: Rafael Rey Ministro de Defensa
Esto fue lo que dije en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno el jueves 24 de setiembre, con ocasión del Día de las Fuerzas Armadas, y que mis adversarios ideológicos han criticado. Que el lector se forme su propia opinión:
“Al celebrarse un nuevo aniversario de las Fuerzas Armadas rindo el más cálido homenaje a las instituciones responsables de la defensa y de la seguridad nacional y a todos y cada uno de sus integrantes ciudadanos con uniforme, con una noble y sincera vocación de servicio a la nación, cuya singularidad algunos no llegan a comprender totalmente.
Las Fuerzas Armadas son y deben ser escuela de virtudes humanas: de honor, de patriotismo, de generosidad, de reciedumbre, de lealtad, de valentía, de entrega, de servicio. Pero a diferencia de cualquier otra profesión u oficio el servicio de un militar involucra siempre la disposición permanente de ofrecer la propia vida.
Así como un ingeniero o un albañil se preparan para servir a los demás construyendo y un médico o un enfermero se preparan para servir atendiendo la salud de las personas, solo los militares se preparan para servir a los demás ofreciendo su vida.
Las Fuerzas Armadas, lo recordaré siempre que tenga oportunidad, no son un grupo distinto a lo que algunos denominan con apellido innecesario “sociedad civil”. No hay ni dos ni tres sociedades, una civil, otra política y otra militar. Hay una única sociedad que por un lado elige a sus legítimos representantes políticos para que la gobiernen y por otro, encomienda su defensa física a un conjunto de personas a quienes entrega legalmente las armas necesarias para cumplir esa misión.
Se equivoca por tanto profundamente quien sostiene o supone que las Fuerzas Armadas son algo distinto a la sociedad, porque es evidente que son parte de ella. De la única sociedad que existe. Pero con una singularísima misión que exige también singulares atenciones. Si esa realidad se entendiera correctamente, se vería con claridad por ejemplo la necesidad de la existencia del fuero de justicia militar. La necesidad de apoyar a nuestros soldados moral y materialmente. La necesidad de protegerlos legalmente. De lo contrario y probablemente sin esa intención les hacemos más difícil el cumplimiento del deber, sacrificado deber, que el resto de la sociedad les encomienda.
Ni puedo ni deseo dejar pasar la ocasión para decir en voz alta lo que pienso y sé que piensan millones de peruanos acerca de lo que viene sucediendo, aunque sé que me criticarán los que se autodenominan defensores de los derechos humanos.
Debido en parte a la falta adecuada de protección legal, de un marco normativo claro, estable y justo que permita a los militares saber a qué atenerse en el cumplimiento de su deber, en lugar de una legislación que, como sucede hoy, pueda ser “interpretada” de diversas maneras y también debido con frecuencia a la presión mediática que se ejerce muchas veces sobre los jueces, tenemos hoy a militares inocentes, acusados, denunciados y sentenciados, permítanme decirlo con palabras de un respetado periodista, “sacrificados en el altar de los Derechos Humanos” (José María Salcedo. Prólogo “La noche de la verdad”) que son mal invocados y peor interpretados. Porque condenar sobre la base de conjeturas y suposiciones no es otra cosa que atentar contra los derechos humanos.
Motivo de orgullo nacional no son solamente Grau, Bolognesi y Quiñones, lo son también, junto con miles de héroes desconocidos, civiles y militares, todos los que hace muchos años o hace pocos días ofrecieron su vida o su integridad corporal por defendernos, tanto de amenazas externas, en su momento, como de las amenazas internas, recientes y actuales, del terrorismo y del narcoterrorismo.
Por eso me alegro, como peruano y como ministro de Defensa, de tener hoy la oportunidad de agradecer públicamente a todos los miembros de nuestras Fuerzas Armadas y a sus familias por lo que han hecho, por lo que hacen y por lo que continuarán haciendo por nuestro país y por el resto de la sociedad, para devolverles el orden, la paz y la libertad que con razón reclaman tantos compatriotas nuestros y para ayudarlos a encontrar las oportunidades de desarrollo que con toda justicia esperan.
Invoco a nuestra patrona y mariscala, la Virgen de las Mercedes, para que cubra con su manto protector de bondad a todos ustedes, miembros de las Fuerzas Armadas y a sus familias, y los ilumine para continuar brindando en todos los cuarteles, bases navales y guarniciones aéreas, el generoso servicio que el país les pide en beneficio de un Perú próspero y democrático en el que reinen la justicia, la paz y la armonía.
La sorpresa subsiste, o el Ministro esta absolutamente identificado con nuestras FFAA, o simplemente se ganara el "OSCAR AL MEJOR ACTOR", me inclino por lo primero, pese a que se debe al partido de gobierno y al Presidente García, quien es el mismísimo Jefe Supremo de las FFAA, sus declaraciones y su actitud es pro activa en favor de nuestras FFAA. No es fácil comprender que luego de tantos detractores, enemigos, falsos, y cuentistas, por tantos años, tengamos al frente a un político como "HIALGO DEFENSOR DE LAS FFAA", cuesta realmente creer que todo lo citado sea sincero.
Quién les escribe apenas es un ex-miembro de nuestra otrora GRAN FUERZA AÉREA, una Institución a la que pertenecí en mi juventud, y que, apesar de los casi 30 años que la deje, realmente me cuesta aceptar el abandono en el que se encuentra; por más de 20 años observo el sistemático, constante y permanente abuso de mis compañeros de armas, tanto en actividad como en retiro, especialmente de los de menor gradación, sus miserables sueldos deben ser corregidos, solo piden justicia para vivir humanamente, no con la incertidumbre que comerán sus hijos? y si tendrán un padre que los atienda; no pueden seguir enviándolos a la muerte.
Sr, Ministro realmente quizás le pidan enseñar los huecos de las manos, no por que lo comparen con Jesucristo, sino por que nadie ha sido sincero con nuestras FFAA, quizás algunos salieron al frente, pero a la hora de la verdad, desaparecieron.
Estoy absolutamente seguro que muchos están con Usted.
POlcese
Las Fuerzas Armadas
Por: Rafael Rey Ministro de Defensa
Esto fue lo que dije en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno el jueves 24 de setiembre, con ocasión del Día de las Fuerzas Armadas, y que mis adversarios ideológicos han criticado. Que el lector se forme su propia opinión:
“Al celebrarse un nuevo aniversario de las Fuerzas Armadas rindo el más cálido homenaje a las instituciones responsables de la defensa y de la seguridad nacional y a todos y cada uno de sus integrantes ciudadanos con uniforme, con una noble y sincera vocación de servicio a la nación, cuya singularidad algunos no llegan a comprender totalmente.
Las Fuerzas Armadas son y deben ser escuela de virtudes humanas: de honor, de patriotismo, de generosidad, de reciedumbre, de lealtad, de valentía, de entrega, de servicio. Pero a diferencia de cualquier otra profesión u oficio el servicio de un militar involucra siempre la disposición permanente de ofrecer la propia vida.
Así como un ingeniero o un albañil se preparan para servir a los demás construyendo y un médico o un enfermero se preparan para servir atendiendo la salud de las personas, solo los militares se preparan para servir a los demás ofreciendo su vida.
Las Fuerzas Armadas, lo recordaré siempre que tenga oportunidad, no son un grupo distinto a lo que algunos denominan con apellido innecesario “sociedad civil”. No hay ni dos ni tres sociedades, una civil, otra política y otra militar. Hay una única sociedad que por un lado elige a sus legítimos representantes políticos para que la gobiernen y por otro, encomienda su defensa física a un conjunto de personas a quienes entrega legalmente las armas necesarias para cumplir esa misión.
Se equivoca por tanto profundamente quien sostiene o supone que las Fuerzas Armadas son algo distinto a la sociedad, porque es evidente que son parte de ella. De la única sociedad que existe. Pero con una singularísima misión que exige también singulares atenciones. Si esa realidad se entendiera correctamente, se vería con claridad por ejemplo la necesidad de la existencia del fuero de justicia militar. La necesidad de apoyar a nuestros soldados moral y materialmente. La necesidad de protegerlos legalmente. De lo contrario y probablemente sin esa intención les hacemos más difícil el cumplimiento del deber, sacrificado deber, que el resto de la sociedad les encomienda.
Ni puedo ni deseo dejar pasar la ocasión para decir en voz alta lo que pienso y sé que piensan millones de peruanos acerca de lo que viene sucediendo, aunque sé que me criticarán los que se autodenominan defensores de los derechos humanos.
Debido en parte a la falta adecuada de protección legal, de un marco normativo claro, estable y justo que permita a los militares saber a qué atenerse en el cumplimiento de su deber, en lugar de una legislación que, como sucede hoy, pueda ser “interpretada” de diversas maneras y también debido con frecuencia a la presión mediática que se ejerce muchas veces sobre los jueces, tenemos hoy a militares inocentes, acusados, denunciados y sentenciados, permítanme decirlo con palabras de un respetado periodista, “sacrificados en el altar de los Derechos Humanos” (José María Salcedo. Prólogo “La noche de la verdad”) que son mal invocados y peor interpretados. Porque condenar sobre la base de conjeturas y suposiciones no es otra cosa que atentar contra los derechos humanos.
Motivo de orgullo nacional no son solamente Grau, Bolognesi y Quiñones, lo son también, junto con miles de héroes desconocidos, civiles y militares, todos los que hace muchos años o hace pocos días ofrecieron su vida o su integridad corporal por defendernos, tanto de amenazas externas, en su momento, como de las amenazas internas, recientes y actuales, del terrorismo y del narcoterrorismo.
Por eso me alegro, como peruano y como ministro de Defensa, de tener hoy la oportunidad de agradecer públicamente a todos los miembros de nuestras Fuerzas Armadas y a sus familias por lo que han hecho, por lo que hacen y por lo que continuarán haciendo por nuestro país y por el resto de la sociedad, para devolverles el orden, la paz y la libertad que con razón reclaman tantos compatriotas nuestros y para ayudarlos a encontrar las oportunidades de desarrollo que con toda justicia esperan.
Invoco a nuestra patrona y mariscala, la Virgen de las Mercedes, para que cubra con su manto protector de bondad a todos ustedes, miembros de las Fuerzas Armadas y a sus familias, y los ilumine para continuar brindando en todos los cuarteles, bases navales y guarniciones aéreas, el generoso servicio que el país les pide en beneficio de un Perú próspero y democrático en el que reinen la justicia, la paz y la armonía.
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