La historia de hecho ya no cuenta, los politicos tienen su propia verdad, una verdad que tiene sentido solo para sus propios intereses, de hecho Simon ha pasado a formar parte de los enemigos de las FFAA y la PNP, incluido el maximo exponente de la conjura, el actual ministro de defensa, poco menos que ignorante en materia de defensa, pero ¿sera ignorante?, de hecho ha aprendido a cumplir ordenes mejor que soldado raso, esta absolutamente sometido, no tiene criterio ni opinion, la constitucion y la ley de creacion de las FFAA en materia de Defensa Nacional, y de la mision asignada a estas, no cuentan, lo unico que cuenta es la desaparicion de las FFAA, y el sometimiento y la destruccion de la moral de todo aquel que lleva el uniforme; incluidos los que en alguna oportunidad lo llevaron.
La corrupción ha llegado a su maximo nivel, en otras circunstancias, las FFAA ya hubieran puesto las cosas en su sitio, de hecho destruirlas es parte de ese maquiavelico plan de corrupcion generalizado, el tongo de los petroaudios terminara en eso, en un verdadero tongo, solapados entre ellos mismos, sometidos los jueces, via chantaje y canje de favores, y las FFAA no solamente sometidas sino a punto de desaparecer.
Un regalo mas para las FFAA, la venta de los terrenos del pentagonito, seguramente a chilenos.
POlcese
Una reflexión en el Día del Ejército
Olvidamos la lección de la historia
General Div. (r) J. Germán Parra H.
En el calendario de la Patria, desde 1951, el 9 de diciembre es el Día del Ejército Peruano, el mismo día del aniversario de la Batalla de Ayacucho. Esta coincidencia se explica porque el componente peruano del Ejército Unido tuvo una actuación preponderante en el triunfo de todos.
Los clarines que en 1824 retumbaron en las Pampas de la Quinua anunciando el triunfo patriota contra el Ejército Realista, nos convocan otra vez para la reflexión y el homenaje. Ningún peruano tiene el derecho de inhibirse. En las circunstancias actuales y en la situación en que se encuentra nuestro Ejército y por ende las FF AA, nada es más oportuno e importante que reflexionar sobre esta institución de la Patria; reflexión, no como un ejercicio teórico, sino para precisar los problemas, proponer soluciones reales y no imaginarias y para obtener lecciones.
La reflexión tiene que empezar reconociendo que el Ejército nace con la Patria y poco a poco fue moldeándose en la dura lucha de la consolidación del país; asimismo, hay que reconocer que el Ejército cumple funciones públicas; es el órgano mediante el que el Estado garantiza la Soberanía Nacional y protege a la población de las amenazas contra su seguridad. Es, pues, una institución necesaria y de todos, no sólo de los militares. En el principio el Ejército fue todo, de él sugieren las otras fuerzas.
Desde 1535, año en el que se inició la conquista del Perú, los peruanos se enfrentaron a los invasores, en una lucha sin tregua de tres siglos; lucha en la que los distintos grupos defensivos se fueron uniendo hasta constituir los gérmenes iniciales del ejército. No es cierto que la independencia nos la regalaron; los peruanos la conquistamos con sangre, sudor y lágrimas.
San Martín proclamó la Independencia del Perú el 28 de julio de 1821, pero la independencia estaba amenazada; el Ejército Realista se había replegado en la Sierra; carecíamos de ejército para garantizarla. La única garantía del derecho, es la fuerza. San Martín legitimó al Ejército Peruano; creó la Legión de la Guardia, pero era insuficiente para garantizar la seguridad. San Martín renunció y se retiró. Nos alertó que si no nos uníamos, la anarquía nos devoraría. Los pocos efectivos del incipiente ejército salieron al encuentro del Realista; pero fue derrotado. Lima quedó desguarnecida; los realistas reingresaron a la capital e impusieron cupos. Las mismas familias ricas que firmaron el Acta de la Independencia, dieron la bienvenida a los realistas. El Gobierno se refugió en los Castillos del Real Felipe. Era necesario un ejército para garantizar la independencia; Sucre se adelantó a la venida de Simón Bolívar con el Ejército Grancolombiano; en carta le informó la situación: “El ejército no tiene jefes, el país está tan dividido en partidos como están las tropas de los diferentes Estados que las forman; el Congreso y el Ejecutivo están discordes y esto no puede tener buen resultado; no hay subsistencias para la tropa y las pocas que se adquieren se invierten mal… en fin, mil males esperan para presagiar que todo se desbarata y en un desmoronamiento la división de Colombia será parte de las ruinas… Yo he tratado de que sea como sea, haya un decreto de cuerpo legislativo solicitando la venida de Ud.” (Historia de la República. Basadre). Necesitábamos un liderazgo fuerte y ético, no teníamos ejército para garantizar nuestra independencia. Bolívar vino para garantizar la independencia (1º Set. 1823); recibió todo el poder para organizar el Ejército Libertador. El Congreso se disolvió. En la entrevista con algunos congresistas, Bolívar expresó: “Todo está corrompido, yo voy a arreglar todo” (Basadre). Para garantizar la Independencia proclamada era necesario un ejército, Bolívar se dedicó a formarlo con la colaboración del general Mariano Necochea, el general José de Sucre y, fundamentalmente, con José Faustino Sánchez Carrión, el Tribuno de la República, quien propugnó la creación del Supremo Poder Militar. Fue secretario personal de Bolívar y ministro general, especie de ministro de Defensa; paralelamente a conseguir recursos y organizar el Estado, Sánchez Carrión recorrió el país levantando el ánimo de la población para consolidar la independencia; editó, en varios lugares, El Centinela, cuyo propósito fue consolidar la moral de la tropa, levantar el ánimo independentista de la población y contribuir al desánimo de los peruanos enrolados en el Ejército Realista. El resultado fue las deserciones realistas que hubieron antes de Junín y Ayacucho.
Bolívar impuso “puño de hierro” en la organización del Ejército Patriota. Se afirma que mandó fusilar a un soldado por robar una cuchara. No descuidó su equipamiento, tampoco la parte moral. Si la guerra visualiza destruir la moral del enemigo, debemos tener una moral a toda prueba; el equipamiento material y el equipamiento espiritual tienen que ir de la mano. Una fuerza armada, desarmada, difícilmente puede mantener su moral; y un ejército con la moral baja, no emplea bien el material.
El resultado en la batalla de Junín fue excepcionalmente consecuencia de una desobediencia debida del mayor Rázuri; ella arrancó a la adversidad el triunfo, y abrió las puertas al éxito en la Batalla de Ayacucho.
Antes de la batalla de Ayacucho, el balance de la potencia combatida favorecía al adversario y las características del terreno, que ocuparon, en las Pampas de La Quinua, favorecía a los realistas. Iniciado el ataque contra el flanco izquierdo del dispositivo patriota, tuvo éxito. El general Valdez logró romper el dispositivo patriota.
De ampliarse la brecha hubiera asegurado el triunfo final del Ejército Realista. Afortunadamente, el coronel de Montoneros, Marcelino Carreño, al mando de los famosos ‘morochucos’, contraatacó con ímpetu suicida; el coronel Carreño murió, pero contuvieron el ataque y los hicieron retroceder. El Ejército Unido avanzó para envolver a los realistas. El virrey La Serna cayó prisionero. El triunfo fue total. Sucre en su parte de guerra, omitió mencionar que el triunfo se debió al coronel de montoneros Marcelino Carreño; pero el general Valdez en su parte de Guerra al Rey lo consignó; se hizo justicia histórica, que lamentablemente pocos historiadores lo difunden. El doctor Virgilio Roel, economista e historiador, sí lo hizo. El éxito en Ayacucho, lo inició el Ejército Peruano.
Prácticamente, el triunfo nos sorprendió; no habíamos previsto los efectos políticos de él, la capitulación fue militar. Políticamente habíamos culminado la etapa de la dominación española e iniciábamos la etapa fundacional de la República. La transición del Estado Virreinal al Estado Republicano fue traumática y aún no ha concluido; la reforma del Estado sigue pendiente. Continuamos con el Estado Virreinal, burocrático, elefantiásico e ineficaz, esto nos generó inicialmente contradicciones y vacíos políticos que nos introdujeron en enfrentamientos internos que duraron casi 50 años. La responsabilidad de esta primera triste etapa se atribuyó a los militares y la responsabilidad individual se trasladó a la institución.
El Ejército fue la víctima, postergado y disminuido, no se avizoró el conflicto con Chile; se descuidó la Defensa Nacional y el resultado final la explicó un historiador chileno con la frase: ¡Chile no ganó la guerra, el Perú la perdió!
Teníamos la responsabilidad de prepararnos y no lo hicimos, el adversario sí lo hizo. Nos descuidamos y la derrota fue nuestro castigo, ella nos marcó con fuego, hasta hoy los rezagos no se han superado. Al parecer, el masoquismo nacional nos está conduciendo por el mismo camino, olvidando la lección que la historia nos da; desarmados, vendiendo nuestro patrimonio, entre ellos parte del Cuartel General del Ejército para agenciarnos recurso soportando vejaciones políticas injustas.
Nuestras Fuerzas Armadas están desarmadas, fue la primera revelación de nuestro actual Ministro de Defensa, Dr. Antero Flores Aráoz; el presupuesto reducido, remuneraciones desordenadas; insuficientes e inequitativas; la desatención de las necesidades del personal, afectan la moral de los militares y la credibilidad de los políticos; el último accidente ocurrido en un tanque revela la obsolescencia tecnológica del material que ponen en riesgo la vida del personal. Frente a todo la poesía de Chocano cobra actualidad: “La tropa hambrienta pero siempre erguida, no implora una limosna de su suerte; es una avanzada de la vida, que presenta sus armas a la muerte”. Felizmente somos herederos del heroísmo del coronel Bolognesi, el militar honesto y limpio, que vivió sin mancharse con el lodo de las guerras intestinas ni con las riquezas dilapidadas. Ojalá tuviéramos mejores políticos que aquellos que, el poco bien que hacen, lo hacen mal; y el mucho mal que hacen, lo hacen bien; y un Ministro de Defensa como José Faustino Sánchez Carrión, que propugnó la teoría del Supremo Poder Militar” y rechazó el conformismo.
A nuestros colegas del Ejército, en los rincones de la Patria les decimos:
¡Ponte el alma ya viene el día!
Olvidamos la lección de la historia
General Div. (r) J. Germán Parra H.
En el calendario de la Patria, desde 1951, el 9 de diciembre es el Día del Ejército Peruano, el mismo día del aniversario de la Batalla de Ayacucho. Esta coincidencia se explica porque el componente peruano del Ejército Unido tuvo una actuación preponderante en el triunfo de todos.
Los clarines que en 1824 retumbaron en las Pampas de la Quinua anunciando el triunfo patriota contra el Ejército Realista, nos convocan otra vez para la reflexión y el homenaje. Ningún peruano tiene el derecho de inhibirse. En las circunstancias actuales y en la situación en que se encuentra nuestro Ejército y por ende las FF AA, nada es más oportuno e importante que reflexionar sobre esta institución de la Patria; reflexión, no como un ejercicio teórico, sino para precisar los problemas, proponer soluciones reales y no imaginarias y para obtener lecciones.
La reflexión tiene que empezar reconociendo que el Ejército nace con la Patria y poco a poco fue moldeándose en la dura lucha de la consolidación del país; asimismo, hay que reconocer que el Ejército cumple funciones públicas; es el órgano mediante el que el Estado garantiza la Soberanía Nacional y protege a la población de las amenazas contra su seguridad. Es, pues, una institución necesaria y de todos, no sólo de los militares. En el principio el Ejército fue todo, de él sugieren las otras fuerzas.
Desde 1535, año en el que se inició la conquista del Perú, los peruanos se enfrentaron a los invasores, en una lucha sin tregua de tres siglos; lucha en la que los distintos grupos defensivos se fueron uniendo hasta constituir los gérmenes iniciales del ejército. No es cierto que la independencia nos la regalaron; los peruanos la conquistamos con sangre, sudor y lágrimas.
San Martín proclamó la Independencia del Perú el 28 de julio de 1821, pero la independencia estaba amenazada; el Ejército Realista se había replegado en la Sierra; carecíamos de ejército para garantizarla. La única garantía del derecho, es la fuerza. San Martín legitimó al Ejército Peruano; creó la Legión de la Guardia, pero era insuficiente para garantizar la seguridad. San Martín renunció y se retiró. Nos alertó que si no nos uníamos, la anarquía nos devoraría. Los pocos efectivos del incipiente ejército salieron al encuentro del Realista; pero fue derrotado. Lima quedó desguarnecida; los realistas reingresaron a la capital e impusieron cupos. Las mismas familias ricas que firmaron el Acta de la Independencia, dieron la bienvenida a los realistas. El Gobierno se refugió en los Castillos del Real Felipe. Era necesario un ejército para garantizar la independencia; Sucre se adelantó a la venida de Simón Bolívar con el Ejército Grancolombiano; en carta le informó la situación: “El ejército no tiene jefes, el país está tan dividido en partidos como están las tropas de los diferentes Estados que las forman; el Congreso y el Ejecutivo están discordes y esto no puede tener buen resultado; no hay subsistencias para la tropa y las pocas que se adquieren se invierten mal… en fin, mil males esperan para presagiar que todo se desbarata y en un desmoronamiento la división de Colombia será parte de las ruinas… Yo he tratado de que sea como sea, haya un decreto de cuerpo legislativo solicitando la venida de Ud.” (Historia de la República. Basadre). Necesitábamos un liderazgo fuerte y ético, no teníamos ejército para garantizar nuestra independencia. Bolívar vino para garantizar la independencia (1º Set. 1823); recibió todo el poder para organizar el Ejército Libertador. El Congreso se disolvió. En la entrevista con algunos congresistas, Bolívar expresó: “Todo está corrompido, yo voy a arreglar todo” (Basadre). Para garantizar la Independencia proclamada era necesario un ejército, Bolívar se dedicó a formarlo con la colaboración del general Mariano Necochea, el general José de Sucre y, fundamentalmente, con José Faustino Sánchez Carrión, el Tribuno de la República, quien propugnó la creación del Supremo Poder Militar. Fue secretario personal de Bolívar y ministro general, especie de ministro de Defensa; paralelamente a conseguir recursos y organizar el Estado, Sánchez Carrión recorrió el país levantando el ánimo de la población para consolidar la independencia; editó, en varios lugares, El Centinela, cuyo propósito fue consolidar la moral de la tropa, levantar el ánimo independentista de la población y contribuir al desánimo de los peruanos enrolados en el Ejército Realista. El resultado fue las deserciones realistas que hubieron antes de Junín y Ayacucho.
Bolívar impuso “puño de hierro” en la organización del Ejército Patriota. Se afirma que mandó fusilar a un soldado por robar una cuchara. No descuidó su equipamiento, tampoco la parte moral. Si la guerra visualiza destruir la moral del enemigo, debemos tener una moral a toda prueba; el equipamiento material y el equipamiento espiritual tienen que ir de la mano. Una fuerza armada, desarmada, difícilmente puede mantener su moral; y un ejército con la moral baja, no emplea bien el material.
El resultado en la batalla de Junín fue excepcionalmente consecuencia de una desobediencia debida del mayor Rázuri; ella arrancó a la adversidad el triunfo, y abrió las puertas al éxito en la Batalla de Ayacucho.
Antes de la batalla de Ayacucho, el balance de la potencia combatida favorecía al adversario y las características del terreno, que ocuparon, en las Pampas de La Quinua, favorecía a los realistas. Iniciado el ataque contra el flanco izquierdo del dispositivo patriota, tuvo éxito. El general Valdez logró romper el dispositivo patriota.
De ampliarse la brecha hubiera asegurado el triunfo final del Ejército Realista. Afortunadamente, el coronel de Montoneros, Marcelino Carreño, al mando de los famosos ‘morochucos’, contraatacó con ímpetu suicida; el coronel Carreño murió, pero contuvieron el ataque y los hicieron retroceder. El Ejército Unido avanzó para envolver a los realistas. El virrey La Serna cayó prisionero. El triunfo fue total. Sucre en su parte de guerra, omitió mencionar que el triunfo se debió al coronel de montoneros Marcelino Carreño; pero el general Valdez en su parte de Guerra al Rey lo consignó; se hizo justicia histórica, que lamentablemente pocos historiadores lo difunden. El doctor Virgilio Roel, economista e historiador, sí lo hizo. El éxito en Ayacucho, lo inició el Ejército Peruano.
Prácticamente, el triunfo nos sorprendió; no habíamos previsto los efectos políticos de él, la capitulación fue militar. Políticamente habíamos culminado la etapa de la dominación española e iniciábamos la etapa fundacional de la República. La transición del Estado Virreinal al Estado Republicano fue traumática y aún no ha concluido; la reforma del Estado sigue pendiente. Continuamos con el Estado Virreinal, burocrático, elefantiásico e ineficaz, esto nos generó inicialmente contradicciones y vacíos políticos que nos introdujeron en enfrentamientos internos que duraron casi 50 años. La responsabilidad de esta primera triste etapa se atribuyó a los militares y la responsabilidad individual se trasladó a la institución.
El Ejército fue la víctima, postergado y disminuido, no se avizoró el conflicto con Chile; se descuidó la Defensa Nacional y el resultado final la explicó un historiador chileno con la frase: ¡Chile no ganó la guerra, el Perú la perdió!
Teníamos la responsabilidad de prepararnos y no lo hicimos, el adversario sí lo hizo. Nos descuidamos y la derrota fue nuestro castigo, ella nos marcó con fuego, hasta hoy los rezagos no se han superado. Al parecer, el masoquismo nacional nos está conduciendo por el mismo camino, olvidando la lección que la historia nos da; desarmados, vendiendo nuestro patrimonio, entre ellos parte del Cuartel General del Ejército para agenciarnos recurso soportando vejaciones políticas injustas.
Nuestras Fuerzas Armadas están desarmadas, fue la primera revelación de nuestro actual Ministro de Defensa, Dr. Antero Flores Aráoz; el presupuesto reducido, remuneraciones desordenadas; insuficientes e inequitativas; la desatención de las necesidades del personal, afectan la moral de los militares y la credibilidad de los políticos; el último accidente ocurrido en un tanque revela la obsolescencia tecnológica del material que ponen en riesgo la vida del personal. Frente a todo la poesía de Chocano cobra actualidad: “La tropa hambrienta pero siempre erguida, no implora una limosna de su suerte; es una avanzada de la vida, que presenta sus armas a la muerte”. Felizmente somos herederos del heroísmo del coronel Bolognesi, el militar honesto y limpio, que vivió sin mancharse con el lodo de las guerras intestinas ni con las riquezas dilapidadas. Ojalá tuviéramos mejores políticos que aquellos que, el poco bien que hacen, lo hacen mal; y el mucho mal que hacen, lo hacen bien; y un Ministro de Defensa como José Faustino Sánchez Carrión, que propugnó la teoría del Supremo Poder Militar” y rechazó el conformismo.
A nuestros colegas del Ejército, en los rincones de la Patria les decimos:
¡Ponte el alma ya viene el día!
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