Vargas Llosa, nos entretiene con una realidad absoluta, el político no nace político, nace LADRON, no importa a que partido pertenece, o que color de bandera lleve en la mano o por último de que color se vista, rojo, naranja o amarillo, LA CORRUPCION, devora los endebles valores de cualquiera que llega al poder; incluidos los militares.
POlcese
Flor de pareja
Por: Mario Vargas Llosa Escritor
¿Crisis del capitalismo? Sí, es verdad, en los últimos años el poderoso sistema capitalista, tan denostado y tan extendido al mismo tiempo, que parecía indestructible, pareció derrumbarse a escala planetaria, no por acción de sus viejos enemigos, los comunistas y los socialistas radicales, sino por efecto de lo que el profeta Marx llamaba sus “contradicciones internas”, es decir la corrupción e irresponsabilidad de sus banqueros, financistas, empresarios, especuladores, estafadores y piratas, que, enceguecidos por la fiebre del lucro y la voracidad crematística, fueron empujándolo hacia el abismo, donde terminó por rodar y hacerse trizas (bueno, casi).
Las consecuencias resultaron catastróficas, desde luego: quebraron bancos, las bolsas se escurrieron hasta quedar exánimes, desaparecieron millones de puestos de trabajo, los niveles de vida de tres cuartas partes del globo cayeron en picada, prestigiosos hombres de empresa fueron a la cárcel porque el naufragio sacó a la superficie sus pillerías y embauques y, en resumen, los ricos dejaron de serlo tanto, la clase media se empobreció brutalmente y los pobres se volvieron miserables.
Ahora bien, hubo algunas excepciones a la regla, felizmente, que dejan entrever una esperanza para la supervivencia del sistema, es decir, para su recuperación sobre bases más firmes y exitosas. Tomemos, como ejemplo, a dos capitalistas ejemplares, que no solo sortearon felizmente la crisis que descuajeringaba a sus colegas sino que, en estos tiempos de tragedia y quebranto, consiguieron multiplicar siete veces su capital. ¿De quiénes hablo? De los esposos Néstor Kirchner y Cristina Fernández, por supuesto. El ex presidente de la Argentina y su sucesora, la actual mandataria, eran poseedores en el año 2003 de un patrimonio, que ellos presentaron en su declaración jurada, y que la Oficina Anticorrupción, dependiente del Ministerio de Justicia, evaluó en el equivalente de un millón doscientos mil euros de la época. En el año 2007, cuando la señora Kirchner ocupó la Casa Rosada, este capital se había casi triplicado, hasta alcanzar unos tres millones doscientos mil euros. Pero fue en diciembre del 2008 cuando dio un salto espectacular y en solo doce meses alcanzó la cifra (vertiginosa para cualquier bípedo común y corriente) de ocho millones y medio de euros.
¡Aprendan, capitalistas de pacotilla, mediocres y ramplones, tipo Madoff, que como este merecerían pasar el resto de sus años en la cárcel por ineptos! Eso es ser unos capitalistas de verdad, audaces, ingeniosos, creativos, que, cuando todos a su alrededor perdían lo que tenían y lo que no tenían, fueron capaces de disparar a las nubes sus ingresos demostrando de este modo que el sistema tiene recursos y vericuetos para sortear las peores calamidades y aún medrar con ellas.
¿Cómo consiguieron este milagro Néstor Kirchner y Cristina Fernández? Lo ha sacado a la luz en Buenos Aires la diputada de oposición Patricia Bullrich del Acuerdo Cívico y Social, según leo en una crónica de Alejandro Rebossio (“El País”, 26/7/2009) que no tiene desperdicio y que debería ser estudiada como un catecismo por todo capitalista que aspire a emular a esa pareja excepcional.
Los esposos Kirchner, ambos abogados, eran ya, en el 2003, cuando don Néstor subió a la presidencia de su país, bastante prósperos. Tenían 23 inmuebles, que alquilaban, y cuentas bancarias. Sin que ello los distrajera de sus responsabilidades políticas —doña Cristina era senadora y colaboraba estrechamente con el mandatario en sus tareas de gobierno— este patrimonio se fue revaluando mediante la compra, rehabilitación y venta de inmuebles y sagaces inversiones financieras. Además de alquilar algunas de sus propiedades para que sirvieran de hoteles, constituyeron, en sociedad con uno de sus hijos, una consultoría que asesoraba a sus clientes en “economía, finanzas, derecho, ciencias sociales, educación y administración y otras disciplinas”. ¿Cómo no hubiera tenido gran éxito una empresa de servicios semejante? ¿Quién, que tenga dos dedos de frente, no hubiera querido ser asesorado en sus negocios e inversiones por ese par de presidentes tan enterados y prósperos?
Pero las operaciones, rayanas en la genialidad, que hicieron de verdad la fortuna de la pareja, tuvieron como escenario la muy bella localidad de Calafate. Un paisaje divino, aire purísimo, y glaciares, el más hermoso de los cuales fue bautizado Perito Moreno, que quitan el habla, hacen pensar en las historias de Jack London y atraen a ese rincón de la Patagonia argentina a millares de turistas cada año. Pues bien, gracias a la generosidad del alcalde del lugar, un caballero llamado Néstor Méndez, los Kirchner compraron en el 2005 unos terrenos de 60.000 metros cuadrados, pagando 69 céntimos de euro por metro cuadrado. Al año siguiente lo revendieron ¡a 50 euros el metro cuadrado! Así financiaron el lindo hotel —lo conozco— El Calafate. Ese mismo año se hicieron dueños de otros 129.000 metros cuadrados (a 69 centavos de euro por metro cuadrado) y los revendieron, pocos meses después, a 50 y a 57 euros el metro.
En su crónica, Alejandro Rebossio cita una declaración de Aníbal Fernández, jefe de gabinete del presidente argentino, respondiendo a los maliciosos que ven gato encerrado en estas formidables operaciones empresariales: “Nadie que ejerza el poder está impedido de tener un patrimonio propio y que este tenga vida, lo que es la esencia del capitalismo”. Tiene toda la razón del mundo, por supuesto, y estoy seguro de que la deficiente mafia rusa —deficiente porque, a diferencia de los Kirchner, parece haber perdido, por culpa de la crisis, la mitad de los incontables billones que tenía— debía impregnarse de esta filosofía y enfrentar al mundo, sin complejos de inferioridad, proclamando que, haciendo lo que hacen, no roban, ni contrabandean, ni piratean, sino mantienen viva y llameando la esencia metafísica del capitalismo.
El mérito de los esposos Kirchner es tanto mayor si se tiene en cuenta que, a ellos, a juzgar por los discursos con que suelen hipnotizar a los electores que los llevaron al poder y que he tenido la ocasión de padecer, el capitalismo no les gusta nada. Más todavía, son sus encarnizados adversarios. Y abominan de él porque lo consideran explotador, egoísta, abusivo y corruptor. Sus verdaderos amigos y afines son gentes como el comandante Hugo Chávez de Venezuela o el comandante Daniel Ortega de Nicaragua, con quienes a menudo se estrechan en efusivos abrazos y profetizan la próxima derrota del imperialismo. Sus corazones son de izquierda (solo sus bolsillos y los vestidos de doña Cristina son de derecha) y por eso a muchos capitalistas, durante sus dos gobiernos, además de injuriarlos, les han hecho pasar muy malos ratos, nacionalizándolos, abrumándolos con regulaciones y nuevos impuestos, al extremo de que la fuga de capitales en Argentina, según un despacho de la agencia EFE del día 2 de agosto, alcanzó solo en el primer semestre de este año los 7.860 millones de euros. Las cifras proceden del Banco Central, una institución según la cual, desde que comenzó la crisis financiera, unos 30.300 millones de euros en ahorros de argentinos escaparon al exterior o fueron escondidos en cajas de seguridad o bajo el colchón.
O sea que, mientras la empresa Kirchner hacía pingües negocios, el capitalismo se desmoronaba en Argentina y ganaba terreno esa peculiar filosofía de los esposos gobernantes según la cual no hay contradicción alguna en ejercitar y aprovecharse de un sistema odioso al mismo tiempo que se obra desde el gobierno por su ruina y extinción.
Quizás esta sea la explicación del enredo: la benemérita pareja no se ha hecho rica por codicia ni muchísimo menos sino para dar una lección ideológica práctica a su pueblo. Su conducta responde a un propósito laberíntico, semejante a esas deslumbrantes y sutiles construcciones intelectuales de los cuentos de su compatriota Jorge Luis Borges. Un propósito altruista y pedagógico destinado a mostrar, en carne viva, inmolándose en el intento, lo sucio y pestilente que es el sistema capitalista, pues permite a un par de políticos del común volverse millonarios en un plazo brevísimo, pese a las inclemencias y zozobras que vive su país, mientras millones de argentinos se empobrecían, los agricultores se sentían amenazados, las empresas quebraban y los ahorristas veían cómo la inflación volatilizaba las reservas con que esperaban afrontar la vejez. Héroes y mártires del capitalismo, pues. ¡Flor de pareja!
Las consecuencias resultaron catastróficas, desde luego: quebraron bancos, las bolsas se escurrieron hasta quedar exánimes, desaparecieron millones de puestos de trabajo, los niveles de vida de tres cuartas partes del globo cayeron en picada, prestigiosos hombres de empresa fueron a la cárcel porque el naufragio sacó a la superficie sus pillerías y embauques y, en resumen, los ricos dejaron de serlo tanto, la clase media se empobreció brutalmente y los pobres se volvieron miserables.
Ahora bien, hubo algunas excepciones a la regla, felizmente, que dejan entrever una esperanza para la supervivencia del sistema, es decir, para su recuperación sobre bases más firmes y exitosas. Tomemos, como ejemplo, a dos capitalistas ejemplares, que no solo sortearon felizmente la crisis que descuajeringaba a sus colegas sino que, en estos tiempos de tragedia y quebranto, consiguieron multiplicar siete veces su capital. ¿De quiénes hablo? De los esposos Néstor Kirchner y Cristina Fernández, por supuesto. El ex presidente de la Argentina y su sucesora, la actual mandataria, eran poseedores en el año 2003 de un patrimonio, que ellos presentaron en su declaración jurada, y que la Oficina Anticorrupción, dependiente del Ministerio de Justicia, evaluó en el equivalente de un millón doscientos mil euros de la época. En el año 2007, cuando la señora Kirchner ocupó la Casa Rosada, este capital se había casi triplicado, hasta alcanzar unos tres millones doscientos mil euros. Pero fue en diciembre del 2008 cuando dio un salto espectacular y en solo doce meses alcanzó la cifra (vertiginosa para cualquier bípedo común y corriente) de ocho millones y medio de euros.
¡Aprendan, capitalistas de pacotilla, mediocres y ramplones, tipo Madoff, que como este merecerían pasar el resto de sus años en la cárcel por ineptos! Eso es ser unos capitalistas de verdad, audaces, ingeniosos, creativos, que, cuando todos a su alrededor perdían lo que tenían y lo que no tenían, fueron capaces de disparar a las nubes sus ingresos demostrando de este modo que el sistema tiene recursos y vericuetos para sortear las peores calamidades y aún medrar con ellas.
¿Cómo consiguieron este milagro Néstor Kirchner y Cristina Fernández? Lo ha sacado a la luz en Buenos Aires la diputada de oposición Patricia Bullrich del Acuerdo Cívico y Social, según leo en una crónica de Alejandro Rebossio (“El País”, 26/7/2009) que no tiene desperdicio y que debería ser estudiada como un catecismo por todo capitalista que aspire a emular a esa pareja excepcional.
Los esposos Kirchner, ambos abogados, eran ya, en el 2003, cuando don Néstor subió a la presidencia de su país, bastante prósperos. Tenían 23 inmuebles, que alquilaban, y cuentas bancarias. Sin que ello los distrajera de sus responsabilidades políticas —doña Cristina era senadora y colaboraba estrechamente con el mandatario en sus tareas de gobierno— este patrimonio se fue revaluando mediante la compra, rehabilitación y venta de inmuebles y sagaces inversiones financieras. Además de alquilar algunas de sus propiedades para que sirvieran de hoteles, constituyeron, en sociedad con uno de sus hijos, una consultoría que asesoraba a sus clientes en “economía, finanzas, derecho, ciencias sociales, educación y administración y otras disciplinas”. ¿Cómo no hubiera tenido gran éxito una empresa de servicios semejante? ¿Quién, que tenga dos dedos de frente, no hubiera querido ser asesorado en sus negocios e inversiones por ese par de presidentes tan enterados y prósperos?
Pero las operaciones, rayanas en la genialidad, que hicieron de verdad la fortuna de la pareja, tuvieron como escenario la muy bella localidad de Calafate. Un paisaje divino, aire purísimo, y glaciares, el más hermoso de los cuales fue bautizado Perito Moreno, que quitan el habla, hacen pensar en las historias de Jack London y atraen a ese rincón de la Patagonia argentina a millares de turistas cada año. Pues bien, gracias a la generosidad del alcalde del lugar, un caballero llamado Néstor Méndez, los Kirchner compraron en el 2005 unos terrenos de 60.000 metros cuadrados, pagando 69 céntimos de euro por metro cuadrado. Al año siguiente lo revendieron ¡a 50 euros el metro cuadrado! Así financiaron el lindo hotel —lo conozco— El Calafate. Ese mismo año se hicieron dueños de otros 129.000 metros cuadrados (a 69 centavos de euro por metro cuadrado) y los revendieron, pocos meses después, a 50 y a 57 euros el metro.
En su crónica, Alejandro Rebossio cita una declaración de Aníbal Fernández, jefe de gabinete del presidente argentino, respondiendo a los maliciosos que ven gato encerrado en estas formidables operaciones empresariales: “Nadie que ejerza el poder está impedido de tener un patrimonio propio y que este tenga vida, lo que es la esencia del capitalismo”. Tiene toda la razón del mundo, por supuesto, y estoy seguro de que la deficiente mafia rusa —deficiente porque, a diferencia de los Kirchner, parece haber perdido, por culpa de la crisis, la mitad de los incontables billones que tenía— debía impregnarse de esta filosofía y enfrentar al mundo, sin complejos de inferioridad, proclamando que, haciendo lo que hacen, no roban, ni contrabandean, ni piratean, sino mantienen viva y llameando la esencia metafísica del capitalismo.
El mérito de los esposos Kirchner es tanto mayor si se tiene en cuenta que, a ellos, a juzgar por los discursos con que suelen hipnotizar a los electores que los llevaron al poder y que he tenido la ocasión de padecer, el capitalismo no les gusta nada. Más todavía, son sus encarnizados adversarios. Y abominan de él porque lo consideran explotador, egoísta, abusivo y corruptor. Sus verdaderos amigos y afines son gentes como el comandante Hugo Chávez de Venezuela o el comandante Daniel Ortega de Nicaragua, con quienes a menudo se estrechan en efusivos abrazos y profetizan la próxima derrota del imperialismo. Sus corazones son de izquierda (solo sus bolsillos y los vestidos de doña Cristina son de derecha) y por eso a muchos capitalistas, durante sus dos gobiernos, además de injuriarlos, les han hecho pasar muy malos ratos, nacionalizándolos, abrumándolos con regulaciones y nuevos impuestos, al extremo de que la fuga de capitales en Argentina, según un despacho de la agencia EFE del día 2 de agosto, alcanzó solo en el primer semestre de este año los 7.860 millones de euros. Las cifras proceden del Banco Central, una institución según la cual, desde que comenzó la crisis financiera, unos 30.300 millones de euros en ahorros de argentinos escaparon al exterior o fueron escondidos en cajas de seguridad o bajo el colchón.
O sea que, mientras la empresa Kirchner hacía pingües negocios, el capitalismo se desmoronaba en Argentina y ganaba terreno esa peculiar filosofía de los esposos gobernantes según la cual no hay contradicción alguna en ejercitar y aprovecharse de un sistema odioso al mismo tiempo que se obra desde el gobierno por su ruina y extinción.
Quizás esta sea la explicación del enredo: la benemérita pareja no se ha hecho rica por codicia ni muchísimo menos sino para dar una lección ideológica práctica a su pueblo. Su conducta responde a un propósito laberíntico, semejante a esas deslumbrantes y sutiles construcciones intelectuales de los cuentos de su compatriota Jorge Luis Borges. Un propósito altruista y pedagógico destinado a mostrar, en carne viva, inmolándose en el intento, lo sucio y pestilente que es el sistema capitalista, pues permite a un par de políticos del común volverse millonarios en un plazo brevísimo, pese a las inclemencias y zozobras que vive su país, mientras millones de argentinos se empobrecían, los agricultores se sentían amenazados, las empresas quebraban y los ahorristas veían cómo la inflación volatilizaba las reservas con que esperaban afrontar la vejez. Héroes y mártires del capitalismo, pues. ¡Flor de pareja!
Mario Vargas Llosa, 2009
Diario “El País”,
SL/Mario Vargas Llosa.
Prisa.comExclusivo para el diario El Comercio en el Perú
MARBELLA,
5 DE AGOSTO DEL 2009
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